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MUNDO

8 de noviembre de 2025

¿Podría Argentina seguir el ejemplo holandés y reducir la semana laboral?

El país europeo alcanzó en 2024 un promedio de 32,1 horas semanales, la jornada laboral más corta de toda la Unión Europea. El cambio se dio sin una ley que lo impusiera: fue impulsado por la incorporación femenina al trabajo, la flexibilidad y un nuevo modelo de vida.

Mientras gran parte del mundo debate si es viable reducir la jornada laboral sin afectar la productividad, los Países Bajos parecen haberlo logrado. Según los últimos datos de Eurostat, los trabajadores neerlandeses de entre 20 y 64 años trabajaron en promedio 32,1 horas a la semana durante 2024, la cifra más baja de toda la Unión Europea.

Detrás de ese número hay un cambio profundo en la cultura laboral del país: una transformación que no surgió de una ley o de una reforma impuesta, sino de una evolución social silenciosa.

La revolución que empezó con las mujeres

El punto de inflexión se dio en los años 80, cuando las mujeres comenzaron a incorporarse masivamente al mercado laboral. A diferencia de otros países, lo hicieron mayoritariamente en empleos a tiempo parcial, lo que modificó por completo la estructura económica y familiar.

Así nació el modelo del “ingreso de uno y medio”, en el que uno de los integrantes de la pareja trabaja a tiempo completo y el otro lo hace a tiempo parcial. Este esquema —favorecido por el sistema tributario y políticas de conciliación familiar— se consolidó con el tiempo, y hoy atraviesa todos los sectores y géneros.

“Los neerlandeses entendieron que trabajar menos no significa rendir menos, sino vivir mejor”, explican desde el Instituto Nacional de Estadística de los Países Bajos (CBS), que destaca que el país mantiene una de las tasas de empleo más altas del continente.

Un modelo que combina productividad y bienestar

A pesar de la reducción de horas, los Países Bajos siguen figurando entre las economías más productivas de Europa. Parte del secreto está en la eficiencia por hora trabajada y en la alta flexibilidad horaria que permite compatibilizar el trabajo con la vida personal.

El modelo también ha contribuido a mantener bajos los índices de desempleo. Cuando las mujeres comenzaron a ocupar empleos de medio tiempo en los noventa, la tasa de desempleo era del 7,3%. Una década después, había caído al 2,1%. Actualmente se mantiene estable en torno al 3,6%, una de las más bajas del bloque europeo.

No todo es perfecto

Aunque el sistema neerlandés es visto como un ejemplo de bienestar laboral, tiene sus matices. Las jornadas parciales siguen concentradas en las mujeres, lo que se traduce en brechas salariales, pensiones más bajas y menor acceso a cargos jerárquicos. Además, no existe una ley que limite la jornada a 32 horas: se trata más bien de una práctica social extendida y aceptada.

¿Puede replicarse este modelo en otros países?

El caso holandés genera interés en todo el mundo, especialmente en naciones que discuten la jornada laboral, como Argentina. Sin embargo, los expertos advierten que no se trata de copiar el modelo, sino de adaptarlo a cada contexto.

Factores como la estructura del mercado laboral, el nivel de informalidad, la negociación colectiva y la productividad por sector son claves para determinar si un esquema de semanas más cortas puede funcionar.

En países como Argentina —y particularmente en provincias con gran diversidad productiva como Mendoza—, la flexibilidad y la conciliación familiar podrían ser puntos de partida más realistas que una reducción drástica de horas.

Un ejemplo de equilibrio

Lejos de ser una utopía, la jornada de 32 horas en los Países Bajos es el resultado de una sociedad que prioriza el tiempo, la familia y la calidad de vida. Mientras otras economías siguen midiendo el éxito en horas trabajadas, los neerlandeses demostraron que menos puede ser más.

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