MUNDO
29 de julio de 2025
Trump vs Brasil: señales de una guerra geopolítica en curso

La administración Trump endurece su política comercial contra Lula con medidas punitivas que trascienden lo económico. Aranceles, sanciones e intromisión política marcan un intento explícito de disciplinar al principal aliado sudamericano de los BRICS.
Brasil bajo fuego: la ofensiva de Trump como estrategia de disciplinamiento geopolítico
El 9 de julio de 2025 marcó un punto de quiebre en las relaciones entre Estados Unidos y Brasil. Ese día, el presidente Donald Trump anunció un aumento del 50% en los aranceles a las importaciones brasileñas, en una medida que encierra mucho más que un conflicto comercial. Se trata de una ofensiva política deliberada, una advertencia a los gobiernos que desafían la hegemonía del “Estados Unidos primero” y una clara señal de que el Brasil de Lula da Silva ha dejado de ser un socio complaciente para convertirse en un actor incómodo para Washington.
La decisión no fue aislada. En meses previos, Trump ya había impuesto aranceles a diversos países de la región: un 25% a México (elevado luego a 30%), 18% a Nicaragua, 15% a Venezuela y un inédito 38% a Guyana. Según la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, el castigo a Brasil se justificó por supuestas “prácticas desleales” como fallas en el combate a la corrupción, proteccionismo digital y deforestación ilegal. Sin embargo, los sectores más golpeados por la medida son estratégicos: acero, aviación, maquinaria y productos agrícolas.
Más que comercio: un castigo político
La clave está en el trasfondo ideológico. El mismo día del anuncio, Trump envió una carta a Lula con una exigencia sin precedentes: que se frene el juicio por intento de golpe de Estado contra el exmandatario Jair Bolsonaro. La misiva, calificada por analistas como una injerencia directa en asuntos internos, acusó al gobierno brasileño de llevar adelante un proceso judicial que sería una “vergüenza internacional”.
Este episodio expone lo que expertos llaman “coerción extorsiva”: Estados Unidos condiciona decisiones soberanas a sanciones económicas. La reacción brasileña no se hizo esperar: Lula prometió reciprocidad y denunció la violación de normas básicas del derecho internacional comercial.
Las razones del fastidio estadounidense
Trump, en su retorno al poder, ve a Brasil como una amenaza múltiple. Primero, por su papel activo en los BRICS, grupo que la Casa Blanca percibe como el principal contrapeso global a su influencia. Segundo, por la política de desdolarización impulsada por Lula junto a China, que afecta el dominio del dólar en el comercio internacional. Tercero, por las reiteradas críticas del mandatario brasileño al accionar de Israel en Gaza, calificándolo de “genocidio”, algo que enardeció a Washington y Tel Aviv por igual.
Cuarto, Brasil ha recibido el apoyo de China y Rusia para una eventual reforma del Consejo de Seguridad de la ONU que le otorgue un lugar permanente. Trump, en cambio, ha recortado financiamiento a agencias de Naciones Unidas y muestra rechazo a toda transformación estructural del sistema multilateral.
Quinto, Lula impulsa que la próxima secretaria general de la ONU sea una mujer latinoamericana, lo que en el contexto actual sería un desafío a la agenda anti-derechos, antiambiental y antifeminista del nuevo gobierno estadounidense.
Finalmente, la reciente advertencia del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, sobre “sanciones secundarias” si Brasil sigue comerciando con Rusia, refuerza la presión occidental sobre el país sudamericano.
¿Un golpe que fortalece a Lula?
Lejos de debilitarlo, el embate de Trump podría reforzar la imagen internacional y la posición interna de Lula. El endurecimiento estadounidense deja en una posición incómoda a los sectores bolsonaristas, que no pueden salir en defensa de una represalia que castiga directamente a Brasil. Además, el conflicto refuerza la narrativa de soberanía frente al imperialismo y podría empujar a una mayor cooperación con China, aunque sin un giro abrupto en la política exterior brasileña.
La diplomacia brasileña, por ahora, evita acciones drásticas como una presentación formal ante la Organización Mundial del Comercio o un frente común con México, también afectado por aranceles. Esta cautela, sin embargo, facilita el avance del bilateralismo agresivo promovido por Trump.
América del Sur, en la mira
El panorama regional no es alentador para Lula. En los próximos 14 meses, cinco países sudamericanos (Bolivia, Chile, Perú, Colombia y el propio Brasil) celebrarán elecciones presidenciales, en un contexto donde las expresiones de ultraderecha ganan terreno, como ya ocurrió en Argentina, Paraguay y Ecuador. Trump apuesta a consolidar una “Internacional Reaccionaria” que limite la influencia china y frene la proyección de gobiernos como el de Lula.
Con Argentina ya alineada con los designios de Washington, Brasil aparece como el objetivo a disciplinar. Pero el desafío será enorme: se trata de la mayor economía de América Latina, miembro activo del Sur Global, defensor del multilateralismo y, ahora, blanco de una estrategia punitiva que puede redefinir el mapa de alianzas en el continente.
¿El castigo de Trump unirá más a Brasil con China? ¿Puede Lula resistir sin retroceder en su agenda internacional? El pulso entre Brasilia y Washington recién comienza y puede ser clave para el futuro político y económico de la región.